Columnas de Opinión
[Opinión] Uberlinda, hazte cargo
Han pasado casi diez meses desde que Uberlinda Aquea asumió la alcaldía de La Higuera. Tiempo suficiente que debió servir para marcar un quiebre con la desastrosa herencia recibida, para ordenar la casa, dar señales de transparencia y empezar a construir un proyecto serio de futuro. Pero la verdad es otra: nada cambió. El municipio sigue atrapado en la improvisación, los errores y la soberbia. Es la continuidad de lo que dejó Galleguillos.
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Han pasado casi diez meses desde que Uberlinda Aquea asumió la alcaldía de La Higuera. Tiempo suficiente que debió servir para marcar un quiebre con la desastrosa herencia recibida, para ordenar la casa, dar señales de transparencia y empezar a construir un proyecto serio de futuro. Pero la verdad es otra: nada cambió. El municipio sigue atrapado en la improvisación, los errores y la soberbia. Es la continuidad de lo que dejó Galleguillos.
La inexperiencia de la alcaldesa es cada vez más evidente. No hay conducción política, no hay prioridades claras y tampoco capacidad de diálogo real con la comunidad. A eso se suma un equipo de asesores que, lejos de compensar sus debilidades, las profundiza. Son malos en lo técnico, torpes en lo político, incapaces de leer la realidad y con una tendencia permanente a protegerse entre ellos aunque lo hagan mal. El resultado es un gobierno comunal que se mueve entre la improvisación y el autoengaño, como si estuvieran instalados en un Olimpo desde donde creen tener todas las respuestas mientras abajo, en la vida real, la gente enfrenta las consecuencias.
Lo más indignante es la distancia entre lo prometido y lo ejecutado. La ciudadanía votó con la esperanza de un cambio verdadero, y hoy lo que recibe son sobresueldos inexplicables, protecciones sin sentido, decisiones que no resisten análisis y nula autocrítica. Muchos vecinos que confiaron están decepcionados, y lo dicen en voz baja o en conversaciones cotidianas, se sienten engañados, utilizados. Porque el discurso del cambio terminó siendo un espejismo que se deshace en cuanto se mira de cerca.
El problema no es solo la soberbia, sino también la incapacidad técnica y política. Los asesores no dan el ancho, la alcaldesa no corrige, y el municipio se hunde en un pantano de errores que se acumulan uno tras otro. Lo más grave es que adentro no parecen darse cuenta, felicitándose entre ellos, justificando lo injustificable, mientras afuera la decepción crece. Esa ceguera es la marca de los gobiernos que terminan fracasando.
El desorden tampoco se limita a lo político. En lo administrativo y financiero, la situación es crítica. La alcaldesa recibió un municipio con más de 600 millones de déficit heredados de Yerko Galleguillos, a lo que se suman más de 1.200 millones por demandas de factoring que eran conocidas desde el día uno. En lugar de ordenar las cuentas, con Uberlinda la deuda ha aumentado, los ingresos han caído y no existe una estrategia de recuperación. No se habla de plan de austeridad, de eficiencia ni de medidas serias para revertir el desfinanciamiento, sino todo lo contrario, se gasta mal, se improvisa peor y se deja que el tiempo agrave la crisis.
A eso se suma una cadena de errores administrativos y jurídicos que rayan en lo insólito. Por ejemplo, cuando se intentó detener a Yerko Galleguillos con una orden de arresto que ya había caducado al dejar de ser alcalde, lo que solo sirvió para que la ciudadanía se burlara de la municipalidad. Tampoco se presentó denuncia ante la Fiscalía por la no devolución de un celular institucional, ni por el borrado de información clave que habría realizado la exdirectora de Secplan al momento de su renuncia. Tampoco fueron capaces de calcular bien el quórum necesario para aprobar las indemnizaciones extrajudiciales, lo que expuso a la administración a una nueva irregularidad. Y mientras todo esto ocurre, la inacción ha derivado en embargos de maquinaria, de terrenos y hasta de muebles municipales.
La falta de control también es evidente en los sumarios internos. Funcionarios vinculados al esquema de facturas falsas de la era Galleguillos siguen en sus cargos, sin sanciones ni responsabilidades. Los expedientes duermen, y quienes deberían estar rindiendo cuentas todavía participan en reuniones y sesiones de concejo como si nada hubiese pasado. No hay control interno ni voluntad política de sanear el municipio, porque los problemas se siguen arrastrando, los esconden y los normalizan.
Lo más grave es la indiferencia frente a este escenario. La alcaldesa y su equipo actúan como si nada pasara, y el concejo municipal, lejos de ejercer un rol fiscalizador, se ha mostrado cómodo en la pasividad. Es un concejo flojo, incapaz de levantar la voz ante un presupuesto desfinanciado que amenaza con comprometer el futuro de la comuna. La irresponsabilidad de ambos niveles -ejecutivo y concejo- condena a La Higuera a seguir atrapada en un círculo de deudas, juicios y falta de soluciones reales.
Otro aspecto preocupante es la forma en que se ha instalado la conversación política dentro del municipio. La alcaldesa ha sido señalada por su afición a los comentarios de pasillo, a los chismes que circulan, como si gobernar se tratara de repetir rumores en vez de tomar decisiones firmes. Peor aún, es que se mienta a vecinos y a quienes la apoyaron -e incluso la siguen apoyando-, creando expectativas que nunca se cumplen. Esa práctica erosiona la confianza, porque un liderazgo que se alimenta de habladurías y medias verdades pierde autoridad moral frente a su propia comunidad.
Pero, la decepción ya no es solo un murmullo; hoy la propia gente que votó por Uberlinda y que le hizo campaña la cuestiona abiertamente. La semana pasada alguien resumió el sentir de muchos con una frase demoledora: “al parecer estábamos mejor gobernados por un tirano ladrón, que por una novata sumisa”. Esa sentencia refleja con precisión la frustración ciudadana de quienes esperaban un cambio, pero lo que se tiene es una administración sin carácter, incapaz de reaccionar y, lo que es peor, incapaz de escuchar o de entender, que a estas alturas puede ser aún más grave.
Y aquí es donde hay que decirlo sin rodeos: Uberlinda, hazte cargo. Hazte cargo de la inexperiencia de tus asesores, de los errores políticos que se acumulan, de los sobresueldos que nadie entiende, de la soberbia que aleja a la comunidad. No se puede gobernar eternamente echando la culpa a la herencia ni refugiándose en excusas. La responsabilidad ya es de ella, y cada día que pasa sin decisiones correctivas solo confirma el fracaso de su administración.
Ya es indudable que para Uberlinda el verdadero objetivo era simplemente llegar a ser alcaldesa. Ese era su sueño, y lo cumplió. Pero más allá de alcanzar el cargo, parece no saber qué hacer con él. Gobernar exige capacidad, preparación y visión, y lo que se observa hoy es una administración perdida, sin norte, donde el peso del puesto supera con creces las habilidades de quien lo ejerce.
Así como están las cosas, todo indica que esta será una experiencia de debut y despedida. No hay paciencia infinita y el desencanto se acumula. Basta recordar el caso de Sylvia Clavería, que también tuvo un solo período, pero a ella hay que reconocerle que su administración, con todos sus defectos, no alcanzó los niveles de desorden, soberbia e improvisación que hoy exhibe el municipio. Si Uberlinda no corrige el rumbo, quedará en la historia comunal no como la alcaldesa del cambio, sino como la que desperdició la oportunidad más grande de todas.
Y lo más alarmante es el escenario que se vislumbra. Si las elecciones fueran este domingo, todo indica que, aun con la debacle y los problemas que dejó Yerko Galleguillos, Dinka Herrera sería electa alcaldesa. El descontento es tan profundo que buena parte de la ciudadanía podría darle la espalda a Uberlinda, incluso a costa de volver al círculo más cercano de quien hundió financieramente a la comuna, reflejo del nivel de disconformidad y frustración que existe hoy.
A todo esto, se suma la crisis en salud, que sigue desbordada y sin una respuesta seria desde el municipio. Vecinos y profesionales se sienten solos, enfrentando un sistema colapsado mientras desde la alcaldía solo se mira hacia otro lado. Y como si no fuera suficiente, la semana pasada se produjo un hecho lamentable. Un episodio doloroso que exigía empatía, claridad y responsabilidad, pero que se manejó con la peor comunicación política posible diciendo una cosa, luego otra y hasta siendo desmentidos. Primero no se anunció investigación, luego -tras las críticas- se anunció débilmente una, más tarde se dijo que el municipio no tenía facultades para fiscalizar, cuando la ley precisamente lo obliga, y finalmente se terminó respaldando a la empresa. Un despropósito completo que mostró, una vez más, la improvisación y la desconexión de esta administración.
La Higuera no necesita más excusas ni seguir culpando a terceros del fracaso municipal; necesita soluciones. No necesita discursos vacíos, necesita gestión. Hoy, la administración de Uberlinda Aquea demuestra que no está a la altura del desafío histórico que le tocó enfrentar. Y la gente ya lo comenta en las calles, lo siente en la falta de respuestas, lo compara con lo que se prometió.
El cambio que se anunció con bombos y platillos no llegó. Lo que tenemos es un municipio atrapado entre la soberbia y la incompetencia, gobernado por quienes creen estar en las alturas y que cada día se alejan más de la realidad de su pueblo. La Higuera no merece ser el campo de aprendizaje de una alcaldesa inexperta. Merece futuro, no excusas.
Miguel Torres Romero
Exalcalde de La Higuera
Cientista Político
Mg. (c) en Investigación Social
Universidad de Buenos Aires
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